Cuando Lisa me dijo que había hecho el amor con
otro, en la vieja cabina telefónica de aquel almacén de Tepeyac, creí que el
mundo se acababa para mí. Un tipo alto y flaco y con el pelo largo y una verga
larga que no esperó más de una cita para penetrarla hasta el fondo. No es algo
serio, dijo ella, pero es la mejor manera de sacarte de mi vida. Parménides
García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera podido ser el amante de Lisa, pero
algunos años después supe que había muerto en una clínica siquiátrica o que se
había suicidado. Lisa ya no quería acostarse más con perdedores. A veces sueño con
ella y la veo feliz y fría en un México diseñado por Lovecraft. Escuchamos
música (Canned Heat, uno de los grupos preferidos de Parménides García Saldaña)
y luego hicimos el amor tres veces. La primera se vino dentro de mí, la segunda
se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo de agua, un corto hilo de
pescar, entre mis pechos. Y todo en dos horas, dijo Lisa. Las dos peores horas
de mi vida, dije desde el otro lado del teléfono.
en La
universidad desconocida
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