Habiendo perdido a su esposo, Savitri una
joven viuda, se encaró con Yama, Dios de los muertos, en el instante en que
este se disponía a llevarse el alma del difunto.” Devuélveme a mi esposo o llévame
contigo, señor de la muerte”, le dijo. “La vida y la muerte- comentó Yama- no
se planean atendiendo a los caprichos de una mujer desconsolada. Tu marido
viene conmigo”. “Entonces os seguiré a donde vayais”, dijo Savitri. Lo que
causó gracia a Yama, quién, ante semejante absurdo, rompió a reír consciente de
que ningún mortal podía cruzar las fronteras del mundo subterráneo, y seguir
con vida. A pesar de ello la viuda lo siguió. Al llegar al borde mismo de la
tierra, Yama se detuvo: “Estoy a punto de entrar en los dominios del sol”
advirtió, “Y en ellos solo yo puedo sobrevivir, porque soy hijo de Surya, el
astro rey. Ni siquiera los otros dioses pueden soportar la intensidad de su
calor. Pero, verás, como premio por tu fortaleza te devolveré la vista tu
suegro Senapati, para que pueda mantenerte en tu viudedad” “!¿De qué le sirve,
interrogó Zavitri a Yama, a un padre la vista si no puede ver a su hijo?!”,
dicho lo cual se acercó al sol sin quemarse. Asombrado, al contemplar ese
milagro, Yama se detuvo, diciéndole: “Alguna deidad te protege. Como regalo
adicional haré que Senapati, tu suegro, recupere todas las riquezas perdidas”. “
¿De qué sirve un reino sin herederos?”, insistió la viuda, aferrándose tan
fuertemente a Yama, que este no pudo entrar al Reino de los Muertos mientras
llevara consigo, a más del alma del muerto, a alguien vivo. “! Un último regalo
y nada más!”, rugió Yama. “Hazme madre
de cien hijos”, solicitó Savitri. “Concedido”, respondió Yama. “¿Y cómo podría
ser, señor, si no tengo marido?”. Entonces Yama se echó a reír tan fuerte, sus
carcajadas fueron tan imponentes que el valle de los esqueletos y el mar de las
cenizas y las olas del polvo y las montañas de las ánimas desconsoladas se
asomaron al borde mismo de su resurrección. “No en vano te llamas igual que
Savitri”, comentó Yama, el señor de los muertos, “La diosa de la sabiduría.
Vuelve a la tierra pues encontrarás a tu esposo vivo, y de paso, puedes
quedarte con los demás regalos porque me has hecho reír, y quién hace reír al
responsable de las almas de los muertos, merece que éstas vuelvan al cuerpo de
los vivos”.
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