Verán, desde
muy pequeña tengo una obsesión, sí, con volar. Con volar muy alto y
tocar las nubes, tocarlas, que desaparezcan en mis dedos.
Una vez le
dije a mi madre, que cuando creciera, sería un avión, ella me miro bastante
sorprendida, soltó una risita y me dijo que no podía, que los aviones llevaban
cargas muy pesadas y yo era muy pequeñita.
Estaba
triste, así que pensé en cómo convencerla, intenté alzarla, fallé, estaba muy
pesada mi mamá, así que le creí. Dejé mi primera carrera, como avión.
Pero aún
quería volar, no iba a darme por vencida tan fácilmente, así que decidí ser una
mariposa, las mariposas no llevan cargas pesadas, también tienen lindos colores
y alas adornadas de suaves pinceladas.
Mi madre lo
aceptó, cuando yo creciera, iba a ser una mariposa, ella me regaló mis primeras
alas, un día intente lanzarme desde el techo de mi casa. Eso fue un
problema, me prohibió ser mariposa y me dijo que no podía volar.
Estaba
decepcionada, dejaba mi segunda carrera, esto era algo devastador para una niña
de 5 años.
Decidí que
sería un águila. Fuerte, tocaría las nubes y no iban a poder quitarme mis alas,
pues todo el mundo me respetaba, mi madre dijo que las águilas, comían otros
animales, me dio un poco de dolor, así que lo dejé.
Luego,
decidí intentar con otras cosas, no olvidaría lo mucho que quería volar, pero
podía dejarlo para después, algo se me ocurriría. Decidí que cambiaría el
mundo, que en mi mundo todos iban a ser felices, iban a volar y hacer lo que
querían.
Mi padre me
regaló mis primeras pinturas y unos pinceles, un pequeño cuadernillo con hojas
blancas. Eso era todo lo que necesitaba para cambiar el mundo, según él.
El
cuadernillo se acabó muy pronto, había mucha gente en mi mundo y yo tenía pocas
hojas, así que rellené las paredes de mi casa.
Mi abuelita
no estaba feliz, así fue como a los 5 años dejé mi carrera de arquitecto. Y de
artista, claro.
Mi padre me
regalo una cajita con cuentos de hadas, dijo que tenían bonitos dibujos, así
que me gustaba verlos siempre, quería ser una sirena, una princesa, un sapo, un
cartón con números dentro, un títere, una luciérnaga con bonita luz en las
pompas. Quería tener una fábrica de burbujas.
Él dijo que
era difícil, pero yo le dije que tenía mucho tiempo, que cuando creciera, ya
habría hecho todo eso y tendría nuevas ideas, pero que además iba a regalarle
una casita bonita y un perro.
Lo dibujé y el dijo que la guardaría para cuando llegara el momento de construirla. Así pasó el tiempo, cuando llegó a mí una gran idea.
Lo dibujé y el dijo que la guardaría para cuando llegara el momento de construirla. Así pasó el tiempo, cuando llegó a mí una gran idea.
Estaba casi
convencida de que no podría volar. Entonces decidí ser una jirafa, estaría aquí
abajo y también allá, cerca del cielo.
Era algo más
sencillo.
Mi cuello
nunca creció tanto, yo tampoco.
Decidí ser
una flor, era pequeña, tenía color, podía ver el cielo siempre.
Y algunas
aves podían quererla. Quizá.
Ella no
podría volar, pero podría ver a otros seres siendo felices mientras lo hacían,
eso la haría feliz a ella.
A veces me
sentí nostálgica, mi cuerpo cambiaba y no tenía alas, tampoco pétalos, no era
lo que esperaba y aunque hice que mi madre me llamará sirena, un día crecí más
y me di cuenta de que todas esas locas ideas eran eso, locas ideas. Nada más.
Crecí, tenía
que ir a la escuela, luego al bachillerato y también a la universidad.
Decidí
estudiar Arquitectura, era una de las cosas que anteriormente había dejado y
que ahora sabía que podía hacer, no era tan buena, o quizá sí, pero esto no me
llenaba el corazón.
Tenía un
diario, en donde escribía todo y al final de cada página siempre habían unas
avecillas que no dejaban de volar, conocí la poesía, el amor y otras cosas más.
Seguía
buscando como tocar las nubes aunque los aviones me aterraran, también estuve
algunos meses en el mar.
Hasta que un
día, tres personajes muy particulares, me enseñaron a tocar el arte, a
sentirlo, teatro, danza, circo.
Me enseñaron el mundo desde otros ojos, viéndolo con el alma.
Me enseñaron el mundo desde otros ojos, viéndolo con el alma.
Me
presentaron una bolita roja, la colocaron en mis manos, la coloque en mi oreja,
me enseñaron a escucharla, a sentirla, a reconocer su olor mientras ella
reconocía el mío.
Me senté
sobre ella, le di una patadita, la sentí, la sostuve en mi dedo, hasta que un
día la coloque en mi nariz, siendo esta entonces una nueva nariz, éramos dos en
una.
Aquí
descubrí, que estaba equivocada, que lo estuve por muchos años.
Fui, una
princesa, una sirena, una jirafa, una zanahoria, una mesa, una muñeca, una
flor, una nube, un helicóptero abogado, un tambor. También un pañuelo rojo.
Pude
construir el mundo a mi manera, darle color, mi mejor amigo es ahora un títere
llamado Sr. Verde y su voz es mi vida hecha canción.
Sé todas las
respuestas a sus preguntas sin razón, no sé nada mientras sé todo, son los
sueños mi escudo y una sonrisa lleva siempre mi atención.
Soy
bailarina desde que tengo razón.
También es
la primera vez que vuelo, es por esto que soy payaso y espero hacerme viejita
sabiendo que soy payaso, que sin ser payaso no soy yo.