Era
color sepia pero la copia actual, ampliada, es gris y hasta cierto punto
brumosa. De izquierda a derecha, en primera fila, sentados: joven de mirada
profunda y cabellos con gomina, camisa manga corta y pantalones a rayas; a su
lado, joven flaco con grandes entradas, las manos sobre las rodillas, el cordel
de un zapato desatado; a su lado, joven parecido a Ramón Novarro, mejillas
chupadas y un paltó doblado sobre las piernas; a su lado, joven con lentes
redondos, montura metálica, peinado con la raya en el medio, un peine en el
bolsillo de la camisa; a su lado, joven con mirada de desnutrido que parece
estar observando las nubes o deslumbrado por el sol del patio de la prisión, y
de él llama la atención ese gesto y no la ropa que tiene o cómo es su cara; a
su lado, joven con bigotes y corbata de lacito y camisa a rayas grises; a su
lado, una pierna doblada y la otra extendida, joven gordinflón, con el aire de
quien acaba de caer sentado. Agachados: joven que sonríe, joven que está serio,
joven que mira con intensidad, joven que parece aburrido, joven que mira a la
derecha, joven que pone gesto trágico, joven a punto de dejar de ser joven.
Parados: joven con las manos cruzadas sobre el pubis, joven con los brazos
cruzados sobre el pecho, joven con los brazos a la espalda, joven con los
brazos caídos, joven con los brazos en los bolsillos, joven que sostiene un
paltó en el brazo, joven con la mano derecha en el hombro izquierdo. La ropa,
se ve muy ajada, quizá por lo pasada de moda, quizá porque la foto fue tomada a
la semana de estar presos y no dejaban pasar envíos de ropa limpia desde
afuera. No se nota ningún detalle del patio del cuartel.
De izquierda a
derecha, el tercero, parado, fue el del discurso que después le dirían fogoso,
tenía cosas como aquí está la juventud y cumplimos con el llamado, a él lo
pusieron preso por decirlo y a los demás porque aplaudieron, tres meses después
lo botaron del país pero al fin llegó a Ministro. El primero, sentado, dos años
más tarde murió de un tiro de fusil al tratar de cruzar la frontera disfrazado
de peón. El tercero, segunda fila, fue el que compartió con el Presidente la
comisión de cincuenta millones que los norteamericanos pagaron para tener más
concesiones petroleras que los ingleses. El cuarto, primera fila, estuvo preso
otra vez durante la dictadura, pasó en eso varios años, después fue Ministro de
Relaciones Interiores y participó en la desaparición del estudiante Alberto
Méndez, cuyo cuerpo fue horriblemente mutilado, etc. El segundo, primera fila,
fundó publicaciones humorísticas y murió de hambre. El quinto, tercera fila,
fue el tronco de abogado que le gestionó a los americanos las concesiones del
hierro. El cuarto, segunda fila, era marico. El séptimo, primera fila, nadie se
acuerda quien era.
En cuanto al
tercero, primera fila, participó en la gran venta de inmuebles de propiedad
pública y después se descubrió que él actuaba a la vez como abogado de la
Nación y de la empresa compradora. El quinto, segunda fila, fue llevado al
Consejo de Ministros para que pusiera la fuerza hidroeléctrica de Guayana en
manos de la familia Umeres. El sexto, primera fila, montó la empresa
constructora que acaparó los contratos de obras públicas mientras era Ministro
el séptimo, segunda fila, que era propietario del noventa por ciento de las
acciones. El quinto, primera fila, compró en cien mil bolívares su nominación
como diputado por el gran partido popular y vendió su voto en tres millones
cuando se discutía la reforma tributaria.
El segundo,
tercera fila, llegó a Presidente e hizo respectivamente, matar, encarcelar y
expulsar del país, al primero, segunda fila, primero, tercera fila, segundo,
tercera fila, y sexto, primera fila. El cuarto, tercera fila, se puso de
acuerdo con el sexto, misma fila -para entonces Ministro-, se hizo expropiar
sus haciendas por el cuádruplo de su valor y ahora es banquero. El sexto,
segunda fila, anda con un cáncer en la próstata. A la hija del tercero, primera
fila, yo me la cogí.
La foto está
cada día peor y la gente se parece menos. La publicaron primero en el Libro
Rojo de la Subversión, y después ha ido dando tumbos hasta aparecer en Memorias
de una Vida Política, que el cuarto, primera fila, escribiera en Antibes. Por
aquí y por allá, sobre una que otra cabeza, hay crucecitas, y a veces hay dos
cabezas muy juntas y no se sabe de quién es la crucecita.
El mundo da
muchas vueltas.
En Rajatabla, 1970